En su primer día en Shanghai, Marina relata cómo es la ciudad más grande de China.
La primer visita de la mañana fue al museo de artes plásticas. Un moderno edificio que custodia antiguas obras, ropa de guerras y ceremoniales con coloridos bordados de reminiscencias peruanas. Armas, monedas, cerámicas. Pinturas de artistas europeos y de la escuela de Chicago, de fines del 1800, alusivas a la cultura china.
El casco histórico está conformado por casas típicas, de techos curvos con aberturas de madera con predominio de rojos y negros. Las casas de ministros de entonces, hoy funcionan como comercios. En los recorridos en bus, la postal que mejor describe a la ciudad es la imágen llena de grúas plumas. En Shanghai se está construyendo una torre con más de ochenta pisos, la cual se levantó en tres meses. La obra funciona 24 hs. por día. Al igual que Shanghai, una ciudad que no duerme.
En el templo taoísta, hay múltiples estatuas de dioses, algunos con aspecto de guerreros y un altar principal con una estatua de oro gigante. En el patio, que antecede a la entrada al templo, una gruesa capa de cenizas de sahumerios. Sensibles al incienso abstenerse.
El primer día, lo terminamos viendo la obra ERA que representa la historia de China, sus sufrimientos y su evolución, en un teatro con alrededor de cuarenta acróbatas sofisticados y con una destreza impecable y consistente. Terminando el primer día, con el alma en las manos, nos fuimos a dormir.
Si querés conocer un poco más del viaje de Marina, les dejamos el link a la nota sobre cómo eligió este destino turístico.