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“Orcaman” La historia del hombre que buceo con orcas para comprobar que no son asesinas


Dice Juan Carlos López que lo más dulce de una orca es su mirada: “Cuando la ves a los ojos pensás `este animal no me puede atacar´”. El 14 de abril de 1989, Juan Carlos López -también conocido como “Orcaman”- junto a Paul Atkins se metió al mar a bucear con orcas para confirmar algo que venía intentando demostrar hacía años: Las orcas no son asesinas. La primera pregunta que una persona puede pensar es si tuvo miedo. Juan, asegura que él “nunca hubiera hecho un trabajo de riesgo, si no tuviera una cuota de miedo. El miedo, es lo único que te salva”.

De Buenos Aires a Península Valdés

Juan Carlos, nació y vivió en Buenos Aires hasta sus 20 años. La primera vez que pisó Puerto Madryn fue en el año 1964, cuando Máximo Nicoletti lo invita a él y a un amigo a ir a bucear. En ese entonces trabajaba en el Jockey Club y estudiaba en una escuela técnica de dibujo. De chico, lo único que sabía de Península Valdés, era reconocerla en el mapa como “la pancita que salía de Argentina”.

El recorrido fue el siguiente: viajan como mochileros, aprende a bucear y los hermanos Nicoletti le regalan el primer equipo Cressi de buceo. Desde ese día, la vida de Juan Carlos López, comenzó a cambiar. De regreso a Buenos Aires, se une a la Asociación Argentina de Actividades Subacuáticas y durante más de cinco años sigue entrenando en piletas y algunas salidas al río.  Para el año 1968, comienza a desarrollarse el turismo submarino y Juan -de regreso a Puerto Madryn- guía grupos en los famosos “bautismos”. Dos años después, lo llaman a la “La Casa del Buceador” de Buenos Aires donde Jorge Pérez Serra y Pino Nicoletti le ofrecen irse a vivir a Madryn. “Si aceptás, te hacés cargo del local de Turismo Submarino S.A. Fuimos probando a los instructores sin decirte nada y vos estás en el primer lugar”, recuerda.

Junto a su primera mujer y su hija de un año se mudan y se instalan en una casa rodante que ellos pusieron atrás del local. Juan tiene mucha memoria, nombres y números exactos en todo su relato. Recuerda, cuál es la matrícula que obtuvo luego de rendir para buceador profesional: La número 267. “En el año ´74 aparece Jorge Depasquali que era el guardafauna en Punta Norte, cuidaba el apostadero de elefantes marinos. Yo visitaba ese lugar periódicamente porque me encantaba, y tenía intenciones de ser guardafauna. Me dijo ´en media hora renuncio, si todavía tenés interés te presento´”. Juan, entusiasmado se presenta con Antonio Torrejón (pionero en crear las reservas de fauna de la Provincia de Chubut, las primeras en Sudamérica) quien le ofrece ir como guardafauna a la Isla de los Pájaros. “No me propuso Punta Norte porque quedaba muy lejos, y como tenía una hija chiquita, creía que era mejor estar cerca de Madryn. Pero yo quería Punta Norte porque era la única elefantería continental del mundo, era algo muy especial y era lo que realmente me gustaba. Me mandó a Punta Norte pensando que en menos de una semana iba a querer volver”.

Se fue en octubre de 1975 y estuvo allí trece años. Volvía dos veces al mes a Puerto Madryn y durante cuatro años no se tomó vacaciones. Fue ahí que conoció al animal que le cambió la vida: Las orcas. La primera vez que las vio estaba contándole a un turista sobre la vida de los lobos marinos. “El mar era un aceite, estaba muy calmo, y de repente siete enormes orcas salen a respirar a la superficie. Quedé fascinado. Hasta ese entonces lo único que sabía era que la gente las mencionaba como `las ballenas asesinas´, toda esa fábula que hay dando vueltas sobre este animal”.

Desde ese día, la vida de Juan Carlos, vuelve a tomar otro sentido. El Dr. Roger Payne (uno de los más grandes investigadores de cetáceos que hay en el mundo, y padrino de una de las tres hijas de Juan Carlos) le sugirió que ante su interés por las orcas comience a tomar datos y sorprendido Juan respondió: “¿Yo no soy biólogo qué datos voy a tomar?”.  Sin herramientas y con escasos conocimientos tomó ese consejo, creó el Proyecto Orca Patagonia-Antártida y comenzó a observarlas diariamente con binoculares. Dibujaba la forma que tenía la aleta dorsal y la montura (la mancha blanca o gris, que a nivel científico es como si fuera la huella dactilar de las personas). Fue allí que empezó a notar que eran diferentes entre un individuo y otro, “la naturaleza no copia diseños”, aclaró López.

Juan Carlos fue pionero en trabajos de investigación con orcas en Argentina. Fue el primero en hacer identificación individual, distribución y etología (estudio de su comportamiento), bautizó a las orcas, hizo el primer catálogo de aquellas que pasaban frente a Punta Norte -en Península Valdés- y, particularmente, el primero en describir la conducta del varamiento intencional de orcas para capturar presas sobre la playa, además de analizar cómo las hembras enseñan a sus crías tan sofisticada técnica de caza.

Su vida, fue una aventura que lo llevó a lugares que jamás hubiese imaginado. Realizó un catálogo de orcas; trabajó con la ayuda de la embajada de Canadá, quien le envió  documentales sobre orcas que fueron proyectados en el cine de Puerto Madryn y dió charlas en escuelas para difundir la vida de estos animales.  “La Aventura del Hombre” lo convoca para filmar el documental ORCA en 1982, documental que obtiene el tercer puesto en XV International Film and Television Festival de New York. En 1983 por un convenio entre el Gobierno de Chubut y Tierra del Fuego viaja a Ushuaia a trabajar con la prestigiosa investigadora Natalie Goodall; y comienza a mostrar sus investigaciones dentro del mundo académico, tanto en Argentina como en Estados Unidos, participando en congresos y conferencias.

Todo ello lo lleva a publicar su libro “ORCAS entre el mito y la realidad” editado por Sudamericana (año 2000) y en el mismo año el “Manual de Rescate de Cetáceo Varado Vivos”, brindando diferentes cursos sobre esa especialidad a Prefectura, Armada Argentina y Universidades. En 1991 integra como Director de Investigación ( junto a tres especialistas en kayak), la Expedición Proyecto Orca Patagonia-Antártida, (primera expedición argentina para estudiar estos animales en el continente blanco utilizando kayak de mar) avalada por la Dirección Nacional del Antártico. En la misma, navegaban los kayakistas para observarlas en los mares helados del sur. En 1998 creó la Semana de las Orcas y realizó una campaña contra el cautiverio de los delfines con la cual se logró hacer una bandera de 15 cuadras de largo, con manifiestos por la liberación de estos animales. A su vez, fue miembro del The Explorers Club de New York, entre otras organizaciones

Es difícil resumir más de cuatro décadas de trabajo, pero quizás uno de los aspectos más significativo para destacar son los aportes que su investigación hizo a la ciencia y el reconocimiento que logró dentro de la academia. En octubre 1979 viaja a Estados Unidos  para participar como invitado de la Third Biennal Conference of Biology of Marine Mammals, desarrollada en Seattle, Washington. Allí presenta su trabajo «Killer Whale Orcinus Orca of Patagonia and Their Behaviour  of Intentional Stranding While Hunting Near Shore». “Me sorprendió el recibimiento que tuvo, dado que los más de 100 investigadores presentes no habían visto nunca varamientos de orcas. La presentación fue exitosa al punto que me solicitaron que realice una publicación de carácter científico en Estados Unidos con los datos obtenidos, que fue publicada en el año 1985 y fue  la primer publicación científica sobre orcas de Argentina”*.

Meterse al mar con las orcas: 14 de abril de 1989

Durante la filmación de uno de los trece capítulos de la serie “La Vida a Prueba” de la BBC,  David Attenborough, le consultó a Orcaman qué creía que podía pasar si buceaba con orcas para intentar filmarlas comiendo bajo el agua. Y averiguar, también, si atacaban a personas o no. La propuesta le resultó interesante y luego de conseguir los permisos correspondientes lo hicieron. La locura de meterse al mar no terminó en un solo día. “Como sabíamos que ellas, como cualquier depredador que no conoce, se toma tiempo para conocer a su presa y atacar, creímos que tendríamos que volver a entrar”. Volvieron cuatro veces más.  El gomón los dejaba a unos 1.800 metros de la costa. “La idea era estar solos y que las orcas decidan”. Y decidieron: lo único que hacían era mirarlos.

La preparación les llevó 28 días. Miraban ataques de orcas y estudiaron los grupos que conocían para decidir con cuál meterse. Y contra todo pronóstico, eligieron el grupo de Rubí que era una hembra con un tumor en la cabeza, muy violenta para cazar. Cuando Paul Atkins firmó el contrato en Hawai su esposa le dijo que era un “estúpido”: “Firmás un contrato para morir, y vas a ir a la Patagonia a encontrarte con otro tarado que firmó el mismo contrato que vos”. Él creía -agrega Juan- que “lo peor que podía hacer era quedar con vida, con alguna discapacidad y que el precio lo pague su familia”.

No usaron jaulas, ni armas ya que la intención no era lastimar a las orcas. Juan Carlos tenía un 70 por ciento de seguridad que no iba a pasar nada. Fue el 30 restante que lo llevó a hablar con sus hijas, Jessica de 17 y Verónica de tan solo 7 años, que estaban junto a su mujer el día que se metieron al mar. “Lo más importante para mí es que me aseguren algo: Si no salgo del agua, porque las orcas decidieron atacarme, las defiendan toda sus vidas, y piensen que como amo a las orcas y las considero mi familia, si me matan y comen sería lindo ser parte de su organismo´”. Ellas lo entendieron perfectamente. Juan Carlos, supo transmitir el amor por las orcas a toda su familia.

Juan y Paul se ubicaron entre dos loberías, dado que si el primer grupo de lobos se escapaba, las orcas se dirigirían hacia otra lobería para cazar. “El grupo de Ruby integrado por 5 orcas nos localizó inmediatamente y se dirigieron a nosotros dos, antes de lo que esperábamos o deseábamos, y detuvieron su veloz avance a solo 40 centímetros nuestro para observarnos curiosas y hasta, puedo decir, desconfiadas. Nunca intentaron tocarnos ni abrieron sus bocas. Solo daban vueltas a nuestro alrededor mirando cada parte de nuestro cuerpo, para seguir su recorrido y luego atacar lobos marinos para alimentarse, regresando a nosotros para observarnos antes de retirarse de la zona”, recuerda.

Los cinco días que duró la inolvidable experiencia, permitió dar aviso a todos los equipos de documentales, que ya no era necesario utilizar cámaras a control remoto o jaulas para filmar orcas bajo el agua, como se estaba haciendo hasta ese momento. “Fue  devolverles a las orcas el respeto y admiración que nunca debieron perder, cuando el mal nombre de ballena asesina, le dió tan mala fama. Devolviéndole la admiración del público que visita cada año Península Valdés  para admirar a este  maravilloso delfín llamado orca”, reafirma orgulloso.

Orcaman no solo había logrado salir ileso del mar, sino que había comprobado lo que tanto creía: las orcas no son asesinas. Y con su compromiso e infinita historia de vida, se lleva un sobrenombre que recorrió el mundo. ¿Por qué Orcaman? Juan Carlos tuvo la posibilidad de conocer y colaborar con Stan Waterman (prestigioso director de fotografía y productor de cine subacuático) en un viaje que hizo a Puerto Pirámides para filmar material sobre delfines, ballenas y lobos marinos. El Dr. Maldojana -quien los presentó- dijo en forma de chiste para hacer rimar con el apellido del director (Waterman), que López era “Orcaman”. El apodo cruzó fronteras gracias a los grupos de documentalistas que mostraban su trabajo.

Juan Carlos, a sus 73 años sigue trabajando como guardaparque del Área Protegida El Doradillo. Asegura, con un tono de voz gratificante que llegó a Puerto Madryn con una sola condición: “Vivir con la naturaleza y aquí estoy. No me voy nunca más, encontré mi lugar en el Mundo”.

*(KILLER WHALES [ORCINUS ORCA] OF PATAGONIA, AND THEIR BEHAVIOR OF INTENTIONAL STRANDING WHILE HUNTING NEARSHORE, JC Lopez and Diana Lopez, Journal of Mammalogy,  Submitted 9 January 1984. Accepted 4 July 1984. 66 (I).181-183, año 1985.)


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